«Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido».
1 Juan 1:4, RVR60
Si soy bien sincera contigo, te diré que en mi aventura de ser madre tuve días en los que no experimentaba nada de gozo, hubo un momento en el que me sentía triste, frustrada y fracasada por completo. Amaba a mis hijos y consideraba ser su madre como uno de los placeres más hermosos que me ha regalado Dios. Pero, a la vez, perdía la alegría buscando el perfeccionismo, autocriticándome y comparando mi vida con las de otras personas.
Entonces, un día, acudí a la Palabra de Dios y afirmé mi corazón diciéndome lo que te declaro hoy: «Dios quiere que seas feliz y disfrutes al máximo la hermosa experiencia de la maternidad». Por eso me siento muy feliz de que hayas decidido tomar este taller y aprender que eres una madre saludable, no perfecta.
Entonces te preguntarás:
¿Cómo puedo ser una madre funcional y saludable?
En primer lugar, tienes que ser consciente de que no hay madre perfecta y que ninguna es como tú. Además, eres tan grande como tu mente lo pueda creer. En muchas ocasiones responsabilizamos a otras personas o circunstancias por la manera en que pensamos de nosotras mismas, hasta que llega el momento en que Dios nos afirma. Él te creó como la persona adecuada en el momento apropiado, y debes disfrutarlo.
En el Evangelio de Juan, el Señor declara: «Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia» (Juan 10:10). También, el propio apóstol, en su primera carta a los creyentes, expresa: «Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido» (1 Juan 1:4, RVR60).
Esto significa que Dios quiere que disfrutemos la vida que Jesús nos concedió con su muerte en la cruz. Es más, Dios quiere que tengamos gozo como madres. Así lo dice su Palabra al expresar que la mujer «se goza en ser madre de hijos» (Salmo 113:9, RVR60). Por eso, debes entender que tu mejor relación y prioridad es tu familia, que todos son hijos de Dios y, como tales, debemos hablarles, tratarlos y escucharlos.
Comparto contigo algunos consejos que te serán útiles a la hora de establecer cambios en tu vida, para disfrutar mucho más de ti y tu maternidad:
- Elige tus batallas, enfócate en lo que puedes cambiar y es pertinente a la salud emocional de tu familia.
- Establece fechas para resolver aquello que te incomoda y atiéndelo en su turno, pero no dejes que las situaciones del pasado se adueñen de tu presente.
- Cuida tu salud espiritual, mental, emocional y física. Tu cuidado personal es solo tu responsabilidad.
- Tus hijos son una bendición envuelta como un regalo para ti. Sin embargo, ellos no son los responsables, y nadie lo será, de cuidar tu salud espiritual.
- La búsqueda constante en oración y la lectura bíblica serán tu oasis en medio de momentos difíciles.
- Déjate de excusas y de culpar a otros por no tener tiempo. La única persona dueña de tus decisiones y de tu tiempo eres tú.
- No quieras aislarte de la familia, de los amigos ni de tu comunidad de fe, pues esto no es saludable.
- Una buena conversación con una amiga será siempre terapéutica y medicinal. Créeme, no te hace mala madre salir con tus amigas y dejar a los niños encargados, mientras haces algo tan sencillo como un encuentro de una hora en un lugar de comida.
- Busca tiempo para ti y, si es necesario, enciérrate en tu cuarto para ver televisión o terminar de leer un libro
- Como parte de tu presupuesto, decide invertir en ti para comprarte algo, tomar un taller o participar de una conferencia para tu crecimiento personal.
- Recuerda que siempre nos encontraremos con momentos en los que debemos aumentar nuestra autoestima para establecer una adecuada actitud de confianza mental.
- Sé una persona bondadosa contigo y no te compares con los demás.
- Despréndete de las dudas sobre ti misma. No hay nadie como tú y eres la madre perfecta para tus hijos.
- De vez en cuando, desafíate a hacer algo que esté fuera de tu zona de conformismo habitual.
Ahora bien, plantea tus aspiraciones como es debido. Por ejemplo:
No es lo mismo que te tortures pensando que necesitas bajar de peso, a pensar que te sientes bien contigo misma, pero que reconoces que debes hacerlo por el bien de tu salud.
No es lo mismo creer que necesitas tener mucha vida social, a decidir tener vínculos de calidad para momentos intencionales de la vida.
No es lo mismo creer que serás una madre exitosa cuando tus hijos logren tal o cual cosa, a pensar que te sientes feliz y plena con tu maternidad en este momento.
A fin de mejorar en determinados aspectos, busca ayuda en la lectura de libros, la oración, las conferencias o, de ser necesario, en la ayuda profesional. Esto no te resta como persona, sino que te ayuda en tu salud emocional y mental. Por lo tanto, sé sincera contigo misma. El poder de Dios se ejerce cuando tomamos la decisión de tener los pensamientos y las actitudes adecuadas.
Amiga, eres madre todos los días y a cada momento. Entonces…
Cuando estés sola, cuida tus pensamientos. Cuando estés con tus amigas, cuida tus conversaciones. Cuando estés enojada, cuida tu temperamento. Cuando estés en un grupo o frente a tus hijos, cuida tu comportamiento. Cuando estés en un problema, cuida tus emociones.
La importancia de lo que nos decimos
La mayoría de las mujeres conversamos con nosotras mismas. A veces, hasta creemos que estamos perdiendo la razón lógica, pero lo cierto es que el ser humano conversa consigo mismo todo el tiempo.
La conversación interna dirige su proceso de decisión que, a su vez, recibe la influencia de su proceso de formación. Es decir, en muchos casos somos el resultado de nuestro diálogo interior. Ese diálogo es nuestro consejero y guía. Por lo tanto, las actitudes son las manifestaciones visibles de este.
Alguien dijo: «Mi “yo” puede ser mi peor enemigo o mi mejor amigo», y es cierto. Por eso es importante cultivar el desarrollo espiritual, a fin de alinear ese diálogo con principios cristianos que nos fortalezcan y conduzcan como es debido a una buena conducta, aunque eso represente dolor interno.
Las crisis traen procesos de aprendizaje, siempre y cuando tengas la perspectiva de Dios y un corazón enseñable. Los procesos siempre son una oportunidad de crecimiento. Tu mente cree todo lo que dices. Por eso, háblale de fe, háblale de la mujer creada por Dios con propósito. Tu nombre es hija, tu valor amada por la eternidad por tu Padre celestial.
Entonces, cuando le hables a tu mente, dile las siguientes verdades bíblicas:
SOY…
Escogida (Juan 15:16)
Hija de Dios (Romanos 8:17)
Redimida (Gálatas 3:13)
Nueva criatura (2 Corintios 5:17)
Amada (Jeremías 31:3)
Perdonada (1 Juan 1:9)
Aceptada (Romanos 15:7)
Preciosa (Isaías 43:4)
Fuerte (Isaías 40:31)
Única (Salmos 139:13)
Creada con propósito (Jeremías 29:11)
Especial (Efesios 2:10)
Protegida (Salmos 121:3)
Importante (1 Pedro 2:9)
¿Le hablaste a tu mente? Perfecto, ¡pues mañana necesitas volver a hacerlo! Será tu ejercicio diario porque tus hijos necesitan una madre saludable.
A diario escucho a muchas mujeres decir: «Soy capaz de morir por mis hijos». Eso está bien, pero lo que tus hijos necesitan de veras es que vivas por ellos, no que mueras. Que vivas tomando mejores decisiones, poniendo en práctica todo lo que conoces y que vivas cuidándote. Tus hijos no quieren tu muerte, sino que quieren tu vida. Te necesitan viviendo llena de intencionalidad y propósito.