¡Hola, amiga!

Estoy muy feliz de que compartas conmigo un nuevo tiempo de aprendizaje y formación en esta aventura llamada maternidad, que, aunque es un regalo, en ocasiones puede tornarse compleja y confusa.

Por eso, ¡te felicito! Porque has decidido ser valiente y aprender a hacerlo mejor, junto a otras madres que, como tú, quieren dar lo mejor a sus hijos.

En esta ocasión te daré un regalo, y es un capítulo de mi libro “Desde el corazón de una madre”, en donde hablo precisamente acerca de ese equilibrio que debemos tener entre ser madres y amigas; un equilibrio que a veces es difícil de lograr. Al finalizar, tendrás un espacio de autoevaluación, llamado “Mi momento de reflexión”, con el que podrás revisar tus áreas de mejora en este punto en particular. Espero que sea de mucha bendición para ti.

¿MADRE O AMIGA?

«Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada; y su marido también la alaba». 

Proverbios 31:28

Escuché a una joven madre decir: «Soy la amiga de mis hijos». Inmediatamente me pregunté: «¿Y la mamá dónde está?». No hay tal cosa como ser amiga de tus hijos. Podemos tener una relación saludable y expresar nuestras emociones y pensamientos libremente. Pero esto no necesariamente se obtiene por la amistad, sino que se desarrolla cuando ambas partes están dispuestas a tener una comunicación saludable. Ellos van a tener muchos amigos en la escuela, la comunidad de fe y el vecindario. Y seamos sinceras: ¿no te parece, en cierto modo, indebida esa aseveración, aunque parezca bonita? 

El versículo con el que inicié este capítulo describe a esa mujer virtuosa como «bienaventurada». Cuando la Biblia emplea este término se refiere a feliz, bendecida, próspera, exitosa, derecha, ejemplar, satisfecha. Originalmente significaba «ser ejemplar». Un hijo cuya madre se siente feliz, próspera y satisfecha de ser su madre, vive la plenitud de sentirse amado y cuidado. 

Ya sé que todas anhelamos tener una buena relación con nuestros hijos y que deseamos ganarnos su confianza, respeto y admiración. Pero hay una palabra clave que no podemos perder de vista: papeles, esas pautas necesarias que determinan acciones, comportamientos y relaciones dependiendo de la situación y el momento. Cada uno de ellos aporta aspectos importantes que nos ayudan a desarrollarnos de una manera sana. 

Ser padres y ser amigos son papeles diferentes. Ser una buena madre no significa convertirte en la mejor amiga de tus hijos ni complacerlos siempre en todo, sino enseñarles a convertirse en adultos. Nuestro papel como madres es diferente al papel de tus hijos, y por el bienestar de ellos es relevante establecer y mantener esa diferencia lo más clara posible, independientemente de la opinión que ellos puedan tener de nosotras. 

Hasta que mis hijos no sean adultos, yo no soy su amiga. No estamos en el mismo nivel. Yo soy la autoridad, junto con su padre. Como madres podemos hablar, reír, escuchar y pasar un tiempo divertido sin cruzar las líneas de la familiaridad. Cuando esto ocurre, se pierde el concepto de mamá y no hay respeto. No puedes ser su amiga, porque eso representaría ser iguales y no lo son. Y eso es sobre todo aplicable a los adolescentes, puesto que necesitan una figura de autoridad para no perder el control. 

Los amigos no reemplazan a los padres, ni los padres reemplazan a los amigos. Los amigos son «los iguales», aquellos con quienes comparten gustos, experiencias e intereses. Son fundamentales en el desarrollo, especialmente en la infancia y la adolescencia, etapas en las que forjan su identidad, pulen y descubren quiénes son. De ellos aprenden y en ellos se refugian. Los amigos son una figura irreemplazable y necesaria. 

Por su parte, los padres son las personas más influyentes en las vidas de los hijos. Por tanto, debemos mantener los límites claros desde el papel de autoridad y, al mismo tiempo, hacerlo sin perder su confianza. Hay que mantener el equilibrio y no llegar jamás a los extremos de autoritarismo o falta de respeto. 

Observa la manera en que la psicóloga Mamen Jiménez, en su artículo «Ser o no ser amigos de nuestros hijos», profundiza sobre este aspecto: 

Los niños necesitan saber que estamos ahí, llueva o truene, y que tenemos herramientas que no tienen sus amigos para resolver problemas, para darles calma, para aprender… Porque tenemos una cosa muy bonita: edad y experiencia.

Nuestros hijos necesitan que haya alguien con una linterna que les alumbre en este camino tan complejo que es crecer. Necesitan que les expliquemos el mundo, que les avisemos de los peligros… y que les recojamos cuando caigan en ellos (porque no, no hay que sobreprotegerles). 

Como parte de su desarrollo, también necesitan darse cuenta de que los padres no somos superhéroes, que cometemos errores, que metemos la pata, y mucho (eso suele darse en la adolescencia). Y que no pasa nada.

Si rompemos la línea que separa los papeles de padres y amigos, quizá estemos haciendo que se pierdan algunos aspectos positivos del papel de padres… e incluso podemos hacerles pasarlo mal por ello.

Porque puedes contarle a una amiga lo mal que lo estás pasando en el trabajo, pero no lo hagas con tus hijos, al menos no con ese detalle, con la misma profundidad, porque no tienen capacidad emocional para gestionar problemas adultos, y lo que puedes conseguir es preocuparles y que tengan la sensación de que mamá está mal.

Por ejemplo, un estudio realizado sobre la relación entre madres e hijas tras un divorcio puso de manifiesto que las adolescentes mostraban malestar emocional y estrés cuando sus madres las habían hecho partícipes de sus problemas a nivel laboral, personal, etc.

La maternidad, nos guste o no, tiene una función de liderazgo y autoridad que requiere amor y respeto. No es saludable ser amigo de tus hijos porque los confunde, lo cual no te ayudará a la hora de corregir, disciplinar y negociar con tu hijo. Por eso, lo mejor que puedes hacer es practicar la empatía, esa capacidad de ponerse en los zapatos de tu hijo, como un paso imprescindible para lograr esa conexión emocional. Promueve siempre canales de comunicación en los que predomine la confianza. Enfoca el mundo desde su óptica para poder comprender y después guiar y educar. No puedes lograr esto desde tus impulsos o necesidad de control. Disfruta cada momento con ellos. Sin embargo, no pierdas de vista que ellos han llegado al mundo para volar, por lo que jamás debes cortarles las alas. 

Anhela, tú también, tener amigas; todas necesitamos amigas en nuestra vida. La amistad es muy valiosa. Pero no puedes exigir una amistad genuina si no eres una persona que tiene verdadero interés en relacionarse. Cultiva, agradece y valora a tus amigas. Es tiempo de cultivar la amistad y continuar tu papel de madre con tus hijos. 

Mi momento de reflexión 

  1. Puesto que soy su madre y no soy su amiga, voy a: 
  2. ¿Qué debo hacer para delimitar bien mi papel? 
  3. ¿Hay algún aspecto en el que no estoy ejerciendo bien mi papel de madre? 
  4. Mi aprendizaje de hoy es: 
  5. Mi oración de hoy es: 

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