«Todo lo que un cerebro en desarrollo ve, escucha, ingiere, huele, toca y siente, se convierte en información que va moldeando ese cableado neuronal». Carina Castro, neuropsicóloga pediátrica
La radio, televisión, amigos y, mayormente, las redes sociales, lanzan un bombardeo incesante de estímulos a nuestros hijos. Y toda esa información, además de ser difícil de procesar, apela a las necesidades de nuestros queridos adolescentes. Leí en una ocasión que el avestruz, ante lo desconocido, mete su cabeza en un hoyo; de esa manera no ve nada y cree que no pasa nada. Yo decidí que no quiero ser así, yo quiero ser consciente del mundo que rodea a mis hijos. Esa es la única manera de poder ser eficiente en esta etapa tan retadora.
La adolescencia es un momento de transición en la vida de los hijos, en donde las emociones de placer están al máximo y la tolerancia al sufrimiento al mínimo. Hay días en los que están enojados y no saben por qué; otros días están tristes y con mucha ansiedad, y no quieren un interrogatorio. Comienzan a reír en el momento en el que se requiere total silencio; van caminando y tropiezan con todo; casi todo se les cae de las manos; tienen dificultad para mantener contacto visual; y la famosa «presión de grupo» se impone sobre todo lo que les has enseñado. La adolescencia es ese momento en el que los hijos buscan su identidad, quieren respuesta a los porqués de las normas y creen tener el derecho de saberlo todo. Esa búsqueda de valor empieza debido a que comienzan a tener independencia emocional.
Aunque vivieron la infancia, aún no tienen la capacidad de tomar decisiones; y muchas veces nosotras les exigimos más de lo que puede proveerles su nivel emocional e intelectual. Esa falta de experiencia también implica falta de herramientas; las destrezas de análisis, reflexión y relaciones interpersonales aún no han sido desarrolladas al máximo. Y en este tiempo en el que nuestros hijos están más conectados a los teléfonos, a veces pareciera que muchos no pueden ni siquiera tener una conversación con oraciones completas. Carecen de conocimiento para tomar decisiones adecuadas, pero muchas veces tienen temor a preguntarnos por nuestras reacciones o respuestas. Ellos necesitan que les apreciemos, los escuchemos, los comprendamos, los tomemos en cuenta, aceptemos sus relaciones y los dejemos dormir. Comienzan a despegarse de las relaciones familiares en busca de relaciones de amistad o de noviazgo en ese momento emocional. Están en la búsqueda de conexiones fuera de los lazos del hogar. Ahí comienza la presión de grupo y el imitar a otros, lo que lastimosamente puede llegar a relaciones con personas que no les ayudarán en su desarrollo.
Es fundamental enfatizar a nuestros chicos que las relaciones son valiosas, pero que es una de las áreas de su vida en la que deben tener precaución. No hay nada malo en ser sociables y tener amistades, pero siendo selectivos y cuidadosos con las personas con las que se relacionan. En esta etapa los símbolos de marca, de moda, de éxito y aquello que los demás siguen, guían a nuestros hijos; por eso debemos hablarles de los diferentes tipos de personas que pueden encontrar en su camino. Puedes contar tus experiencias, a ellos les gusta escuchar historias verídicas.
Muchos padres tienen miedo de hablar a sus hijos sobre drogas, sexo y alcohol. Les aseguro que una vez que lo hagan, ellos tendrán más información, y pueden sorprenderte con lo maduros que pueden llegar a ser con ella. Lo peligroso de esto es desconocer las fuentes de donde procede toda la información que reciben. Muchos se preguntan a qué edad deben empezar a hablar de estos temas con sus hijos; eso es muy relativo, porque depende de cómo sean los chicos. Pero según las estadísticas, ya desde los nueve años muchos de ellos están expuestos a los temas del alcohol, las drogas y el sexo. Puedes comenzar de diferentes maneras, tomando un lugar y tiempo para preguntar qué saben acerca del sexo, por ejemplo, abriendo espacios de confianza por si tienen alguna pregunta que quieran hacerte.
A los ocho o nueve años todavía están dispuestos a hablar contigo, así que aprovéchalo, porque ya se acercan los cambios que anuncian la llegada de la pubertad. Y ya sabes, en esos días pasan de una extrema risa a no querer nada de comunicación.
En nuestra muy amada adolescencia, tus hijos también ponen a prueba tu autoridad y hasta dónde llegan tus límites. Mantente firme en tu respuesta, si dijiste que no, es no. Ahora bien, hay ocasiones en las que tenemos que estar disponibles para la negociación. En esta etapa hay una apatía en ocasiones hacia los estudios; por eso es importante el equilibrio y promover las actividades en familia.
Más que imponer nuestras ideas, es recomendable hacerles sugerencias y motivarlos a ser su mejor versión cada día. Hay que tener un equilibrio entre ser espía y monitorear el acceso a todo ese mundo. Existen aplicaciones tecnológicas que te permiten restringir el uso y monitorear; puedes hablar con la compañía de teléfono o internet para que te orienten sobre ese particular.
Tienes que desconectarlo. Tú eres parte de su desarrollo emocional. Sé valiente, esfuérzate y toma el control.
¿Recuerdas cuando te hablaban de los terribles dos años? Cuando te preguntaban qué edad tenía tu niño y respondías, te decían: «¡Ay, los terribles dos años!». Luego, cuando cumplieron los tres: «¡Ay, los terribles tres años!». Y luego llegas a la adolescencia, que es…
Cada edad tiene sus retos y su pertenencia. Tú estás creciendo con ellos, y cada uno enfrentará cada edad y etapa de forma diferente. Establece tus prioridades, trata de leer lo más que puedas sobre cada etapa e identifica si estás lastimando a tu hijo o le estás dando la oportunidad de crecer. Ten las expectativas claras. Si conoces la personalidad, interés y estado de ánimo de tus hijos, no les fuerces a nada.